POKÉ DE SALMÓN Y AGUACATE AL VINAGRE DE JEREZ

EL RINCÓN DEL GOURMET

Por Luis Yllá

El Salmón

En el río Deva, que está en Asturias, había muchos peces, pero entre todos ellos destacaba Dinamita, el rey de los salmones. Era inusitadamente grande, del tamaño de un tiburón, tan longevo como una tortuga centenaria, y tan fuerte como una orca. Sin embargo, un día de tormenta Dinamita se quedó atrapado en el río entre multitud de piedras y un aluvión de troncos.

Cuando las aguas se calmaron intentó escapar de la maraña de objetos pesados que lo aprisionaban dando fuertes coletazos. Pasaron las horas y los días y el coloso del Deva no podía librarse. Todos los esfuerzos fueron en vano. Estaba exhausto.    Su vitalidad y frescura empezaban a quebrarse; tenía un atroz dolor en toda su musculatura.   A pesar de su progresivo desfallecimiento no perdía la esperanza y se decía a sí mismo:    “¡Tú nunca morirás Dinamita!”

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A continuación golpeó con su robusta cabeza un grueso tronco que cedió hacia afuera; la expectativa y la ilusión duraron unos pocos instantes, una gruesa piedra se deslizó en el hueco abierto y lo obstruyó.    Agotado , el salmón cerró los ojos abandonado a su fatal destino, pero se despertó alarmado.   Sentía un ruido desconocido, el cual crecía, crecía.  Miraba desconcertado.  Oyó un ruido de runch-runch en el rio como si mordiesen el agua muy cerca.

El salmón boqueaba despacísimo, mientras se desangraba lentamente por sus mil heridas. Estaba asustado, sonámbulo, con la sensación de tener su cuerpo en el infierno, sustraído de la vida.  El runch-runch golpeaba ahora sus oídos con más fuerza. Desde la orilla del río una enorme grúa estaba apartando los troncos que lo tenían inmovilizado.  Notó poco a poco como el agua volvía a fluir suavemente acariciando sus escamas, después la corriente fluyó con más intensidad aliviando la circulación de su cuerpo.  Libre del amontonamiento de piedras y troncos percibió que le faltaban las fuerzas y el aliento para nadar.   Los lugareños conocían a Dinamita, no era la primera vez que tenían que socorrerlo en las aguas del río.

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De vez en cuando embestía una embarcación pequeña y la hundía, pero Dinamita era sagrado en todo el curso fluvial.   Ahora el salmón dejó que la corriente lo arrastrara hacia la desembocadura del Deva donde las aguas profundas facilitarían su recuperación.

Con el tiempo Dinamita siguió creciendo. Dinamita parecía inmortal; los biólogos pensaban que era capaz de revertir su proceso de envejecimiento, de hecho sus escamas se mantenían jóvenes repitiendo su ciclo vital mientras crecía. Con el tamaño de un ballenato Dinamita decidió emigrar en busca de nuevos alimentos que lo sustentaran.   Sin embargo, durante su emigración por mar adentro tuvo mala suerte y fue inmerecidamente capturado por un barco ballenero que faenaba en el Mar del Norte.

Discutieron los pescadores si devolvían el extraño ejemplar a las aguas, finalmente optaron por quedárselo. De vuelta en el puerto de Hamburgo expusieron a la criatura en el mercado. La gente se arremolinaba para verlo de cerca y exclamaban barbaridades diciendo que si era una nueva especie  de ballena moteada o un monstruo antediluviano, o un cruce de ballena y tiburón blanco.  En lo que sí estaban todos de acuerdo es que el animal producía lástima verlo ya que tenía una mueca triste y dulce al mismo tiempo.

Cuando iba a comenzar su despiece en pleno mercado Dinamita movió la cabeza de un lado a otro y agitó levemente su cola ante el asombro de todos los presentes. Sin duda aquello fue el prodigio de la vida, un contravivir.

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Después emitió un bisbiseo acompañado de una espasmódica ternura. Ante la insistencia del gentío las grúas del puerto lo depositaron nuevamente en el agua.

Desde entonces nadie lo ha vuelto a ver, pero todas las noches se escucha en varios puntos a lo largo del río Elba el eco de un bisbiseo que se dispersa entre las parejas de jóvenes amantes que recorren el paseo fluvial, el corazón de los niños soñadores, y los ciudadanos románticos, que creen que basta mirar el río cuando el agua se queda sola en la oscuridad nocturna para sentirse trascielados  bajo la luz de la luna.

Así de trascendente puede resultar un salmón imperecedero en nuestra gastronomía.